La última cena. Muerte y resurrección de Jesus. Evangelio de san Mateo.

CAPITULO 26

Cena de Jesús en Bethania donde una mujer derrama sobre el bálsamo. Cena del cordero pascual en Jerusalén en la cual habla de la traición de Judas. Institución de la Cena del Señor. Su prisión, y sentencia contra el Sanedrín. Negación y arrepentimiento de Pedro.

Y Aconteció que como hubo acabado Jesus todas estas palabras, dijo a sus discípulos: Sabeis que dentro de dos días se hace la pascua y el Hijo del Hombre es entregado para ser crucificado.

Entonces los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los ancianos del pueblo se juntaron al patio del pontífice, el cual se llamaba Caifas. Y tuvieron consejo para prender por engaño a Jesus y matarle. Y decían: No en el día de la fiesta, porque no se haga alboroto en el pueblo. Y estando Jesus en Bethania, en casa de Simon el leproso, vino a él una mujer, teniendo un vaso de alabastro de ungüento de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él estando sentado a la mesa: Lo cual viendo sus discípulos, se enojaron, diciendo: ¿Por qué se pierde esto? Porque esto se podía vender por gran precio, y darse a los pobres. Y entendiéndolo Jesus les dijo: ¿Por qué dais pena a esta mujer? pues ha hecho conmigo buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros: mas a mi no siempre me tendréis. Porque echando este ungüento sobre mi cuerpo, para sepultarme lo ha hecho. De cierto os digo que donde quiera que este Evangelio fuere predicado en todo el mundo, también será dicho para memoria de ella lo que está hecho.

Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los príncipes de los sacerdotes, Y les dijo ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le señalaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle. Y el primer dia de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discipulos a Jesus, diciéndole: ¿Donde quieres que aderecemos para ti para comer la Pascua? Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca, en tu casa haré la pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesus les mandó, y aderezaron la pascua. Y como fue la tarde del día, se sentó a la mesa con los doce.

Y comiendo ellos, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me ha de entregar. Y entristecidos ellos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle ¿Soy yo, Señor? Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ese me ha de entregar. A la verdad el Hijo del Hombre va como está escrito de el: mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! bueno fuera al tal hombre no haber nacido. Entonces respondiendo Judas, que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Dícele: Tu lo has dicho.

Y comiendo ellos, tomó Jesus el pan, y bendijo, y lo partió, y dió a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando el vaso, y hechas gracias, se los dio, diciendo: Bebed de él todos; porque esto es mi sangre del Nuevo Pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora, no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. Y habiendo cantado el himno, salieron al monte de las Olivas. Entonces Jesus les dice: Todos vosotros seréis escandalizados en mí esta noche: porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas de la manada serán dispersas. Mas después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Y respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos sean escandalizados en ti, yo nunca seré escandalizado. Jesus le dice: De cierto te digo, que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces. Dícele Pedro: Aunque me sea menester morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

Entonces llegó Jesus con ellos a la aldea que se llama Getsemaní, y dice a sus discípulos: Sentaos aquí, hasta que vaya allí, y ore. Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse, y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesus les dice: Mi alma está muy triste, hasta la muerte: quedaos aquí, y velad conmigo. Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso; empero no como yo quiero sino como tú.

Y vino a sus discípulos y los halló durmiendo y dijo a Pedro: ¿Así, no habeis podido velar conmigo una hora? Velad, y orad, para que no entréis en tentación: el Espíritu a la verdad está presto, mas la carne enferma. Otra vez fue, segunda vez, y oró diciendo: Padre mío, si no puede este vaso pasar de mi sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.

Y vino, y los halló otra vez durmiendo: porque los ojos de ellos estaban agravados. Y dejándolos, fuese de nuevo, y oró tercera vez diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos, y díceles: Dormid ya, y descansad; he aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantáos, vamos: he aquí ha llegado el que me ha entregado. Y habando aún el, he aquí Judas, uno de los doce, vino y con él mucha gente, con espadas y con palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Y el que le entregaba les habia dado señal, diciendo: Al que yo besare aquel es, prendedle. Y luego que llegó a Jesus, dijo: Salve, Maestro. Y le besó. Y Jesus le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces llegaron, y echaron mano a Jesus, y le prendieron. Y he aquí uno de los que estaban con Jesus, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del pontífice, le quitó la oreja. Entones Jesus le dice: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomaren espada, a espada perecerán. Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y él me daría mas de doce legiones de ángeles? ¿Como pues se cumplirían las Escrituras, de que así conviene que sea hecho?

En aquella hora dijo Jesus a las gentes: Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a prenderme: cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Mas todo esto se hace, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos huyeron, dejándole. Y ellos, prendido Jesus, le llevaron a Caifas pontífice, donde los escribas y los ancianos estaban juntos. Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del pontífice: y entrado dentro, estabase sentado con los criados, para ver el fin. Y los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos, y todo el Consejo, buscaban algún falso testimonio contra Jesus, para entregarle a la muerte: Y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se llegaban: mas a la postre vinieron dos testigos falsos. Que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. Y levantándose el pontífice le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? Mas Jesus callaba. Respondiendo el pontífice, le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, Hijo de Dios. Jesus le dice: Tu lo has dicho: Y aun os digo, que desde ahora habréis de ver al Hijo del Hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo. Entonces el pontífice rasgó sus vestidos, diciendo: Blasfemado há: ¿qué mas necesidad tenemos de testigos? He aquí ahora habéis oido su blasfemia. ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos dijeron: Culpado es de muerte. Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de bofetadas; y otros le herían con mojicones. Diciendo: Profetízanos tu, Cristo, quién es el que te ha herido.

Y Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se llegó a él una criada, diciendo: Y tú con Jesus el Galileo estabas. Mas el negó delante de todos, diciendo: No se lo que dices. Y saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También este estaba con Jesus Nazareno. Y negó otra vez con juramento. No conozco al hombre. Y un poco después llegaron los que estaban por allí, y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tu eres de ellos; porque aun tu habla te hace manifiesto. Entonces comenzó a hacer imprecaciones, y a jurar diciendo: No conozco al hombre. Y el galló cantó luego. Y se acordó Pedro de las palabras de Jesus, que le dijo: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliéndose fuera, lloró amargamente.

CAPITULO 27

Judas se ahorca, Jesus es azotado, escarnecido, crucificado, y blasfemado. Prodigios que sucedieron a su muerte: es sepultado, y su sepulcro sellado y custodiado.

Y venida la mañana, entraron en consejo todos los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos del pueblo, contra Jesus, para entregarle a muerte. Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato presidente. Entonces Judas, el que le habia entregado, viendo que era condenado, volvio arrepentido las treinta piezas de plata a los príncipes de los sacerdotes, y a los ancianos. Diciendo: Yo he pecado entregando la sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Que se nos da a nosotros? viéraslo tú. Y arrojando las piezas de plata en el templo, partióse: y fué, y se ahorcó. Y los príncipes de los sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de los dones, porque es precio de sangre. Mas habido consejo, compraron con ellas el campo del alfarero, por sepultura para los extranjeros: Por lo cual fue llamado aquel campo, Campo de Sangre, hasta el día de hoy.

Entonces se cumplió lo que fué dicho por el profeta Jeremías, que dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, que fué apreciado por los hijos de Israel. Y las dieron para comprar el campo del alfarero, como me ordenó el Señor. Y Jesus estuvo delante del presidente; y el presidente le preguntó, diciendo: ¿Eres tu el rey de los Judíos? Y Jesus le dijo: Tu lo dices. Y siendo acusado por los príncipes de los sacerdotes, y por los ancianos, nada respondió. Pilato entonces le dice: ¿No oyes cuantas cosas testifican contra ti? Y no le respondió ni una palabra; de tal manera que el presidente se maravillaba mucho.

Y en el dia de la fiesta acostumbraba el presidente soltar al pueblo un preso, cual quisiesen. Y tenian entonces un preso famoso, que se llamaba Barrabás. Y juntos ellos, les dijo Pilato: ¿Cual quereis que os suelte? ¿a Barrabás o a Jesus, que se dice Cristo? Porque sabía que por envidia le habían entregado. Y estando él sentado en el tribunal, su mujer envió a el, diciendo: No tengas que ver con aquel justo: porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él. Mas los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos, persuadieron al pueblo que pidiese a Barrabás y a Jesus matase. Y respondiendo al presidente les dijo: ¿Cual de los dos quereis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. Pilato les dijo: ¿Qué pues haré de Jesus que se dice el Cristo? Dícenle todos: Sea crucificado. Y el presidente les dijo: Pues ¿que mal ha hecho? Mas ellos gritaban más, diciendo: Sea crucificado. Y viendo Pilato que nada adelantaba, antes se hacía más alboroto, tomando agua se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo: vereislo vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás: y habiendo azotado a Jesus, le entregó para ser crucificado.

Entonces los soldados del presidente llevaron a Jesus al pretorio, y juntaron a él a toda la cuadrilla. Y desnudándole, le echaron encima un manto de grana. Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le burlaban, diciendo: Salve, Rey de los Judíos. Y escupiendo en él tomaron la caña, y le herían en la cabeza. Y después que le hubieron escarnecido, le desnudaron el manto, y le vistieron de sus vestidos, y le llevaron para crucificarle. Y saliendo hallaron a un Cireneo, que se llamaba Simon: a este cargaron para que llevase su cruz. Y como llegaron al lugar que se llama Gólgota, que es dicho El lugar de la Calavera. Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; y gustando, no quiso beberlo. Y despues que le hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes: para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Se repartieron mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y sentados, le guardaban alli. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESUS, EL REY DE LOS JUDIOS.

Entonces crucificaron con él dos ladrones: uno a la derecha, y otro a la izquierda. Y los que pasaban, le decían injurias, meneando sus cabezas. Y diciendo: Tú el que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a tí mismo: si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz . De esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo con los escribas, y los Fariseos, y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no puede salvar: si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confío en Dios; líbrele ahora, si le quiere: porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo también le zaherían los ladrones, que estaban crucificados con él. Y desde la hora de sexta fueron tinieblas sobre toda la tierra. Y cerca de la hora de nona, Jesus exclamó con grande voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lama sabachthani? Esto es: Dios mio, Dios mio, ¿Por qué me has desamparado? Y algunos de los que estaban alli, oyéndolo, decían: A Elias llama este. Y luego corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la hinchió de vinagre, y poniéndola en una caña, dábale de beber. Y los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. Mas Jesus habiendo otra vez exclamado con grande voz, dio el espíritu.

Y he aquí el velo del templo se rompió en dos, de alto a bajo: y la tierra tembló, y las piedras se hendieron; Y abriéronse los sepulcros: y muchos cuerpos de santos, que habían dormido, se levantaron. Y salidos de los sepulcros, después de su resurrección, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. Y el centurion, y los que estaban con él guardando a Jesus, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, diciendo: Verdaderamente Hijo de Dios era este. Y estaban alli muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido de Galilea a Jesus, sirviéndole. Entre las cuales estaban María Magdalena, y Maria la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hios de Zebedeo.

Y como fue la tarde del día, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, el cual tambén había sido discípulo de Jesus. Este llegó a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesus: entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, le envolvió en una sábana limpia. Y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y revuelta una grande piedra a la puerta del sepulcro, se fué. Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro. Y el siguiente día, que es después de la preparación, se juntaron los príncipes de los sacerdotes y los Fariseos a Pilato. Diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aun, Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el dia tercero; porque no vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al pueblo: Resucitó de los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les diijo: Teneis una guardia: id, aseguradle como sabéis. Y yendo ellos, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra, con la guardia.

CAPITULO 28

Resurrección de Jesus; su aparición a las santas mujeres: aparécese también a los apóstoles, y les promete su protección.

La víspera del Sábado, que amanece para el primer día de la semana, vino María Magdalena, y la otra María, a ver el sepulcro. Y he aquí, fue hecho un gran terremoto: porque el ángel del Señor descendiendo del cielo y llegando, había revuelto la piedra del sepulcro, y estaba sentado sobre ella. Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas se asombraron, y fueron vueltos como muertos.

Y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo se que buscáis a Jesus, que fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado, como dijo: venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos: y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis; he aquí os lo he dicho. Entonces ellas saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a sus discípulos, he aquí Jesus les sale al encuentro, diciendo: Salve. Y ellas se llegaron , y abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesus les dice: No temáis: id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allá me verán. Y yendo ellas, he aquí unos de la guardia vinieron a la ciudad, y dieron aviso a los príncipes de los sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.

Y juntados con los ancianos y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados. Diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche y le hurtaron, durmiendo nosotros. Y si esto fuere oido del presidente, nosotros le persuadiremos, y os haremos seguros. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como estaban instruidos: y este dicho fue divulgado entre los Judíos hasta el día de hoy. Mas los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesus les había ordenado. Y como le vieron, le adoraron: mas algunos dudaban. Y llegando Jesus, les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto id, doctrinad a todos los Gentiles, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

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